CINEMA LIVE - MIXED BY DJ GERARD
FORMATO: CD
SELLO: EMI - POSITIVA. 1998.
[Por: Carlos Peralta-Cáceres. Publicado en Revista Número – Colombia 1998].
Sao Pablo, Punta del Este y Bogotá fueron las tres únicas ciudades latinoamericanas estigmatizadas sobre un mapa en el que también estaban señaladas Nueva York, Londres, Tel Aviv e Ibiza. El artículo se hallaba en la revista de una aerolínea europea y tenía fecha del segundo trimestre de 1998. Hablaba sobre el movimiento Techno al rededor del mundo. Los DJs, sus giras, las discotecas, la moda, las drogas, los géneros, los Raves. ¿Por qué habían elegido a Bogotá? ¿Por qué una ciudad como esta en un país como este?
El CD: Mixed by Dj Gerard Cinema Live Mixed by Dj Gerard (1998).
EL PASADO
Entre 1993 y 1994 el apogeo comercial de la rumba alternativa, donde se escuchaba y bailaba rock alternativo no comercial, llegó a su fin, justo cuando las corporaciones lo habían podido convertir en un producto viable. Qué coincidencia.
Buen número de bares cerraron sus puertas. Con la llegada del ambiguo crossover las emisoras dejaron de diferenciar entre música tropical y música rock (¿alguna vez lo han hecho? con contadas excepciones, no). Las discotecas existentes adoptaron entonces este género simplemente complaciente de rumba. Supuestamente a todo el mundo le debía gustar todo. Nunca ha sido así. Lo distinto, lo único, siempre será más atractivo que lo general y lo común. Es por eso que existe e importa el concepto de “diversidad”.
La rumba gay apareció entonces con opulencia, demostrando que los especialistas siempre son capaces de ofrecer mucho más a aquellos que están dispuestos a buscarlos. Estos lugares no eran simplemente puntos de encuentro gay, eran sitios donde la rumba alcanzaba niveles muy altos de calidad y delirio, razón por la que muchos heterosexuales empezaron a tratar de infiltrarse, lográndolo algunos, otros no. Ya para 1995, cuando las noches bogotanas aun terminaban a las tres de la mañana y no a la una, sitios como el legendario Disco Fuego (ahora Studio), Zona Franca y Cinema se habían convertido en modelos de movimiento nocturno, por el diseño de sus espacios, por el público que los visitaba, por la música que tocaban o, como en el caso de Studio, por la extensión horaria que garantizaban. Contaban con un público en su mayoría gay pero ya con un buen porcentaje de gente straight que había ganado el acceso. Como siempre y desafortunadamente, estas invaciones de elementos externos son las encargadas de desgastar más rápido las construcciones lúdicas que haya realizado quien concibe una discoteca. La inevitable llegada de clientes nuevos y el desgaste son a los bares, lo que el proceso de envejecimiento y la muerte a la vida humana. Sólo el más preparado y visionario podrá luchar por algún tiempo contra las últimas palabras del destino nocturno.
Muy pocas discotecas que hayan manejado niveles intensos de rumba podrían contar la historia y los procesos por los que ha pasado Cinema. Quizás Hector Buitrago, el gran precursor de la rumba alternativa de finales de los 80, con su inteligente estrategia de cerrar bares viejos y abrir bares nuevos con estilos similares y novedosos a la vez, tiene mucho que contar después de diez años de labores innegables. Hasta Cacho, creador de la antigua y pionera Music Factory, y ahora dueño de la decadente versión 2.0 de Music y de la grotesca Gótica, debe tener largas e interesantes memorias de la rumba. Pero estos casos sólo pueden contar historias de varios bares, fragmentos que componen ya una década pero que no construyen un solo sitio.
Cinema ha sido un solo sitio. Cinema ha creado sus propios cambios y por eso sigue allí. Lo marcaron en sus inicios la rumba universitaria de Unitec y luego la rumba de encuentro gay. Hubo mesas ocupando el piso sobre el que ahora se baila y música tropical llenando el espacio que hoy, principalmente, ocupa Europa. En 1994 llegó el cambio que lo haría brillar. Se cerraron las puertas, hubo una remodelación, se importaron los primeros equipos de luces robotizadas de alta velocidad y se creó un lugar que, como pocos, estaba verdaderamente diseñado para exaltar los rituales de la noche. Se estableció la tendencia gay como Rumba, absorbiendo y mejorando las posibilidades de encuentro y diversión. Cinema fue probablemente el lugar que mejor reunió las cualidades que este género podía ofrecer a la gente. Las noches se desenvolvían en un esquema diferente al de los otros tipos de rumba debido, por una parte, a la naturaleza gay de la discoteca y, por otra, a la linea musical que mantenían: el Dance europeo de comienzos de los 90 y el Tecno pop de los 80. Dentro de la tendencia, se encontraba en Cinema el mejor espacio físico lleno de la mejor música. Allí se percibía siempre un intenso espíritu sexual que lo abarcaba todo; la belleza era constante y parecía menos hacedora de ansiedad y mucho más accesible. Jamás se respiró el mismo aire de los bares donde sólo se encuentran grupos de amigos borrachos que tratan de seducir mujeres mientras bailan amacizados algún tema tropical éxito de fin de año. En Cinema, la ebriedad era el resultado de la seducción emprendida por cualquiera de los sexos.
Un conocido que vivió con intensidad aquellas noches del Cinema gay, escribió sobre el sitio lo siguiente: “...la libido reinaba en medio de contactos salvajes que bien podían traer lo frívolo o lo trascendente; allí no había motivos ni palabras, sólo extrañas miradas y pensamientos ocultos que deseaban sudores, lenguas, olores, y tal vez después, algo de compañía. Así, en Cinema, los cuerpos iban y venían como fantasmas, allí sólo había formas y contornos, sólo signos que reemplazaban las palabras ahogadas por la música, siluetas de hombres y mujeres que bailaban entre paredes plateadas, rostros que aparecían sólo en el instante de una luz azul; las sonrisas y los ojos eran pinceladas pasajeras que se perdían en la oscuridad, y la piel brillaba siempre en aquellas noches que se iban lentamente entre baile, besos, licor, luces azarosas, y un beat imparable que hacía vibrar a todo el mundo”.
Everything But The Girl - Missing
CINEMA LIVE
A comienzos de 1996 ese beat imparable que pertenecía a tendencias musicales más Dance-pop comenzó a transformarse. El bar también había comenzado a hacerlo en un proceso que lo llevó de sitio gay a sitio straight. Antes de desaparecer, los televisores, que servían también como iluminación, y la pantalla de video, en que otrora se proyectaron canciones de New Order, Madonna y Depeche Mode, se convirtieron en marcos de cuadros psicodélicos que acompañaban la nueva música donde ya no cabía la presencia de palabras. En Europa la ola de música electrónica dedicada al hedonismo llevaba ya varios años posicionándose y levantando discotecas desde Oslo hasta Roma cuando llegó a Colombia. El Techno puro nos había alcanzado y con él los subgéneros que se encargarían de guiar la rumba: Ambient, Minimal, Trance, Intelligent. En Cinema esta tendencia se impuso sobre todo por los intereses musicales de sus dos DJ’s: Gerard y Nick, quienes llevaban tiempo practicando con los tornamesas pero esperando que arribara la música apropiada para dar comienzo al trabajo de dar continuidad perfecta al corte de un disco. El asunto ya no era evitar la interrupción con una canción mejor que la anterior sino dar a la música una imagen y una extensión infinitas.
Así, canciones sin nombre, compuestas e interpretadas por estrellas anónimas, poblaron las ahora recortadas noches de Cinema. Bogotá había decidido restringir sus propias noches tratando de desocupar un océano de problemas con el hueco de la mano. Sin embargo, esta medida citadina fue uno de los elementos que preparó el terreno bogotano para los incondicionales escoltas hedonistas de la música Techno.
Incluso en el primer mundo las Discos tienen que cerrar a alguna hora y por ese motivo es siempre conveniente tener algún lugar donde continuar la farra. Los Raves habían nacido como parte complementaria del concepto de continuidad que posee la música Techno. Si el objetivo era darle una extensión abismal a la música, tanto en su duración como en su significado, también habría que darle esa extensión y ese abismo a la rumba. Si había que cerrar el bar, habría una fiesta esperando a los exiliados, si esto aun era poco, se harían Raves de tres días en lugares exóticos donde nadie pudiera ser alcanzado por las detenciones sociales. Esta noción se ha materializado especialmente durante los veranos primermundistas desde comienzos de los años 90. Berlín, Ibiza, las playas mediterráneas israelíes, Toronto, Sidney, han sido algunos de los lugares testigos.
En Bogotá, la hora pico de la una de la mañana ayudó a generar más rápido el fenómeno de este tipo de fiestas, dando un pretexto oficial a lo que inevitablemente habría llegado. Inicialmente se montaron fiestas individuales en fincas y casas de las afueras que mezclaban el ya desaparecido rock alternativo con segmentos de algunos géneros electrónicos como el Hip-hop y el Jungle. Se quería ofrecer un sitio con música y alcohol donde se pudiera seguir la rumba pero aun no se tenía en mente la idea de montar superfiestas privadas altamente conceptualizadas.
Para el primer semestre de 1997 el ambiente estaba listo. Había locales adecuados en municipios cercanos a Bogotá que no tenían restricciones horarias. La gente estaba dispuesta a recorrer distancias por la rumba. Las doce y media de la noche eran horas perfectas para llegar a otro sitio. Los negocios no tenían que perderse debido a las decisiones públicas. Los expertos de la vida nocturna estaban llamados a hacer su trabajo. Sólo la música Techno estaba conceptualmente circunscrita a la idea de continuidad que se pretendía para la rumba. No era una sorpresa el género sobre el que se basarían las fiestas. Tampoco fueron una sorpresa los nombres de los DJs llamados a dirigirlas.
Es cierto que durante aquellas fiestas no sólo tocaron Nicolás y Gerardo; hubo algunos otros DJs presentes. Pero lo que sí se puede decir con certeza es que fueron Gerardo y Nicolás quienes las llevaron más lejos. La distancia que los ha separado de los otros DJs no se debe únicamente al virtuosismo con el que realizan las mezclas (virtuosismo que no sólo ellos han alcanzado), ni al conocimiento musical que demuestran al recorrer con cada corte las distancias mentales de cada uno de los invitados. Se debe también a la calidad de la música que han logrado conseguir para hacer retumbar los muros de Cinema, música que con razón cuidan celosamente, y que fue expuesta en toda su magnitud durante las fiestas del segundo semestre de 1997.
La línea cantada viene de la canción de Tori Amos, "Me and a Gun",
De estos mini-raves (pues eran sólo de seis o siete horas) serán inolvidables las tres fiestas de La Trilogía y la fiesta de Halloween de 1997. La Trilogía surgió del corazón de Cinema con la idea de realizar un símil Techno de Tres Colores, las películas del fallecido director de cine polaco Krzysztof Kieslowski. Así, en tres fines de semana de agosto del 97, tres fiestas tuvieron lugar: Azul, Blanco y Rojo. Fueron concebidas buscando crear un espacio físico y musical que extrajera la esencia de cada color y la pusiera al alcance de los pensamientos de los invitados. Luces y sonido impecables, más el diseño, según el color respectivo, de cada local utilizado y la participación de un sin número de asistentes, permitieron crear espacios únicos, carnavalescos y llenos de euforia, como nunca se había visto. Pirámides azules iluminadas por dentro, extraterrestres blancos pegados del techo, niñas plateadas vendiendo cigarrillos y chupetas entre los bailarines (versiones tipo Blade Runner de las nostálgicas camareras de los años 20 y 30), drag queens exóticos bailando entre la gente y cortejando desconocidos.
Una fiesta Techno posee sus niveles mínimos y máximos de euforia, niveles que se alcanzan según el género musical que se toque en cada momento. Así, al comienzo puede que se perciba un ritmo más plano y racional, que puede ser llevado hasta un nivel de mucho más voltaje e intensidad, y luego descender de nuevo. Durante azul, el momento más cercano a la locura quedó marcado por las palabras de Gerardo. Cuando el público estaba listo para dejarse ir, la música se detuvo y las luces se apagaron. En la oscuridad se escucharon la palabras profundas del DJ: “Bienvenidos a la Trilogía. Ésto es La Trilogía”. Y literalmente soltó la fiesta, dejó ir a todo el mundo a donde todo el mundo quería dejarse ir; la música era el transporte y todos estaban dispuestos a dar el paseo. Emulando, sin saberlo, la visión cinemática de Kieslowski, que en sus películas trató de vislumbrar una idea y las contradicciones de la idea, cada una de las fiestas logró alcanzar por pocos instantes (como sucede en el cine) las sensaciones de libertad, igualdad y fraternidad que había buscado el realizador polaco, siendo cada concepto individual - y contradictorio - pero al mismo tiempo compuesto de los otros. La Trilogía fue mucho más lejos de lo que las noches bogotanas posmodernas habían llegado alguna vez de una manera masiva. Desde una perspectiva hedonista se construyeron significados profundos sobre el valor de las noches y la rumba, sobre el poder de la música y la amistad y la compañía entre las personas. Puede que no en todos los invitados que asistieron a las fiestas se haya producido alguna clase de discernimiento más allá del evento mismo, pero es seguro que muchos se dieron cuenta que no estaban presenciando solamente una fiesta más; es seguro que muchos se dieron cuenta que, como en la cotidianidad de la vida, las cosas no podían ser tan ligeras. Recuerdo las palabras de un amigo durante el Halloween del 97 (fiesta que fue una extensión de las anteriores: por su duración, por la mayor cantidad de personas y por los disfraces sublimes) que en medio de la fiesta y del gentío sólo atinó a decirme: “Oiga Carlos, esto no está tan trivial hoy”.
En 1998 el movimiento ha tomado un descanso necesario, en parte por las complicaciones jurídicas que acarrea hacer fiestas de noche en algunas ciudades de Colombia, complicaciones que se han extendido a los municipios vecinos; pero de manera aun más representativa, porque mantener los niveles alcanzados durante el año pasado no podía ser ni recomendable ni posible. Todo lo que existe intensamente, tiene también su momento para descansar y recuperar energía.
El 5 de septiembre de 1998 tuvo lugar una fiesta para unas 500 personas. La única comparable a lo sucedido durante el 97. Tal vez se dispuso del mejor montaje de sonido que se haya realizado para un evento de esta naturaleza. El motivo fue el lanzamiento de CINEMA LIVE, un CD recopilación de 15 cortes que representan la historia más reciente de Cinema. Aunque el disco resume solamente lo sucedido durante la última etapa de Cinema, es en realidad el resultado del extenso proceso atravesado por el bar desde sus inicios, palpable en este caso únicamente desde la perspectiva Techno. En el disco se pueden escuchar algunos éxitos que la gente celebraba cuando los escuchaba entrar en las mezclas, otros son cortes mucho más sutiles (¿o complejos quizás?) que no admiten una recordación tan fácil, pero que son justamente los que se encargan de guiar el paseo. CINEMA LIVE es un ejemplo de buen Techno, recopilado y mezclado por quienes han tocado mucho del buen Techno en Colombia e ilustra de manera significativa la forma en que aumentan, disminuyen y se conectan el ritmo, el voltaje y la música.
Los subgéneros Techno de CINEMA LIVE, como música electrónica, se encuentran en el punto medio entre el techno pop e industrial y la música electroacústica, siendo esta última la corriente más erudita y la que más se acerca a entregar formas puras sin significado. El significado y la relación de las creaciones musicales con ideas ya construidas en la mente han sido siempre preocupaciones de quienes escuchan - la preocupación por entender. De otro lado, las letras de las canciones siempre terminan por definir lo que se oye cuando queda alguna duda sobre lo que debemos pensar. En el caso del Techno los significados ya no son claros ni se pueden hallar preconcebidos en la mente del oyente. Para “entender” o para “sentir gusto” es necesaria una búsqueda individual y un proceso de pensamiento que debe ir más allá de la admiración de la virtud instantánea que se detecta en la composición de la música. Se podría decir que el Techno no está hecho para entregar significados sino para extraerlos. Para generar emisiones y no recepciones de ideas. Como en la música clásica, un proceso de discernimiento es necesario tanto en quien compone la música como en quien la escucha. El mensaje ha muerto.
Muchos minutos de música harían falta para contar completamente los últimos tres años de Cinema. Muchos más para decir lo que pasó durante los últimos seis o siete. Cuántos sonidos sin nombre y sin autor aparecieron una sola vez sin dejar pistas para conseguirlos, ni siquiera un rastro para volverlos a escuchar. ¿De dónde llega esta música anónima que aun trata de mantenerse por fuera de lo masivo y lo publicitario? Al recordar que el tiempo sigue pasando sólo me pregunto qué seguirá después.
El último corte del disco, The Passion # 1, fue el encargado de continuar las palabras de Gerardo aquella noche azul de agosto de 1997. Como ningún otro corte Techno éste siempre estará condenado a poseer un significado claro: “Bienvenidos a La Trilogía. Esto es La Trilogía”.
Bogotá, Noviembre 5 de 1998.
CARLOS PERALTA
Entre 1993 y 1994 el apogeo comercial de la rumba alternativa, donde se escuchaba y bailaba rock alternativo no comercial, llegó a su fin, justo cuando las corporaciones lo habían podido convertir en un producto viable. Qué coincidencia.
Buen número de bares cerraron sus puertas. Con la llegada del ambiguo crossover las emisoras dejaron de diferenciar entre música tropical y música rock (¿alguna vez lo han hecho? con contadas excepciones, no). Las discotecas existentes adoptaron entonces este género simplemente complaciente de rumba. Supuestamente a todo el mundo le debía gustar todo. Nunca ha sido así. Lo distinto, lo único, siempre será más atractivo que lo general y lo común. Es por eso que existe e importa el concepto de “diversidad”.
La rumba gay apareció entonces con opulencia, demostrando que los especialistas siempre son capaces de ofrecer mucho más a aquellos que están dispuestos a buscarlos. Estos lugares no eran simplemente puntos de encuentro gay, eran sitios donde la rumba alcanzaba niveles muy altos de calidad y delirio, razón por la que muchos heterosexuales empezaron a tratar de infiltrarse, lográndolo algunos, otros no. Ya para 1995, cuando las noches bogotanas aun terminaban a las tres de la mañana y no a la una, sitios como el legendario Disco Fuego (ahora Studio), Zona Franca y Cinema se habían convertido en modelos de movimiento nocturno, por el diseño de sus espacios, por el público que los visitaba, por la música que tocaban o, como en el caso de Studio, por la extensión horaria que garantizaban. Contaban con un público en su mayoría gay pero ya con un buen porcentaje de gente straight que había ganado el acceso. Como siempre y desafortunadamente, estas invaciones de elementos externos son las encargadas de desgastar más rápido las construcciones lúdicas que haya realizado quien concibe una discoteca. La inevitable llegada de clientes nuevos y el desgaste son a los bares, lo que el proceso de envejecimiento y la muerte a la vida humana. Sólo el más preparado y visionario podrá luchar por algún tiempo contra las últimas palabras del destino nocturno.
Muy pocas discotecas que hayan manejado niveles intensos de rumba podrían contar la historia y los procesos por los que ha pasado Cinema. Quizás Hector Buitrago, el gran precursor de la rumba alternativa de finales de los 80, con su inteligente estrategia de cerrar bares viejos y abrir bares nuevos con estilos similares y novedosos a la vez, tiene mucho que contar después de diez años de labores innegables. Hasta Cacho, creador de la antigua y pionera Music Factory, y ahora dueño de la decadente versión 2.0 de Music y de la grotesca Gótica, debe tener largas e interesantes memorias de la rumba. Pero estos casos sólo pueden contar historias de varios bares, fragmentos que componen ya una década pero que no construyen un solo sitio.
Cinema ha sido un solo sitio. Cinema ha creado sus propios cambios y por eso sigue allí. Lo marcaron en sus inicios la rumba universitaria de Unitec y luego la rumba de encuentro gay. Hubo mesas ocupando el piso sobre el que ahora se baila y música tropical llenando el espacio que hoy, principalmente, ocupa Europa. En 1994 llegó el cambio que lo haría brillar. Se cerraron las puertas, hubo una remodelación, se importaron los primeros equipos de luces robotizadas de alta velocidad y se creó un lugar que, como pocos, estaba verdaderamente diseñado para exaltar los rituales de la noche. Se estableció la tendencia gay como Rumba, absorbiendo y mejorando las posibilidades de encuentro y diversión. Cinema fue probablemente el lugar que mejor reunió las cualidades que este género podía ofrecer a la gente. Las noches se desenvolvían en un esquema diferente al de los otros tipos de rumba debido, por una parte, a la naturaleza gay de la discoteca y, por otra, a la linea musical que mantenían: el Dance europeo de comienzos de los 90 y el Tecno pop de los 80. Dentro de la tendencia, se encontraba en Cinema el mejor espacio físico lleno de la mejor música. Allí se percibía siempre un intenso espíritu sexual que lo abarcaba todo; la belleza era constante y parecía menos hacedora de ansiedad y mucho más accesible. Jamás se respiró el mismo aire de los bares donde sólo se encuentran grupos de amigos borrachos que tratan de seducir mujeres mientras bailan amacizados algún tema tropical éxito de fin de año. En Cinema, la ebriedad era el resultado de la seducción emprendida por cualquiera de los sexos.
Un conocido que vivió con intensidad aquellas noches del Cinema gay, escribió sobre el sitio lo siguiente: “...la libido reinaba en medio de contactos salvajes que bien podían traer lo frívolo o lo trascendente; allí no había motivos ni palabras, sólo extrañas miradas y pensamientos ocultos que deseaban sudores, lenguas, olores, y tal vez después, algo de compañía. Así, en Cinema, los cuerpos iban y venían como fantasmas, allí sólo había formas y contornos, sólo signos que reemplazaban las palabras ahogadas por la música, siluetas de hombres y mujeres que bailaban entre paredes plateadas, rostros que aparecían sólo en el instante de una luz azul; las sonrisas y los ojos eran pinceladas pasajeras que se perdían en la oscuridad, y la piel brillaba siempre en aquellas noches que se iban lentamente entre baile, besos, licor, luces azarosas, y un beat imparable que hacía vibrar a todo el mundo”.
Everything But The Girl - Missing
CINEMA LIVE
A comienzos de 1996 ese beat imparable que pertenecía a tendencias musicales más Dance-pop comenzó a transformarse. El bar también había comenzado a hacerlo en un proceso que lo llevó de sitio gay a sitio straight. Antes de desaparecer, los televisores, que servían también como iluminación, y la pantalla de video, en que otrora se proyectaron canciones de New Order, Madonna y Depeche Mode, se convirtieron en marcos de cuadros psicodélicos que acompañaban la nueva música donde ya no cabía la presencia de palabras. En Europa la ola de música electrónica dedicada al hedonismo llevaba ya varios años posicionándose y levantando discotecas desde Oslo hasta Roma cuando llegó a Colombia. El Techno puro nos había alcanzado y con él los subgéneros que se encargarían de guiar la rumba: Ambient, Minimal, Trance, Intelligent. En Cinema esta tendencia se impuso sobre todo por los intereses musicales de sus dos DJ’s: Gerard y Nick, quienes llevaban tiempo practicando con los tornamesas pero esperando que arribara la música apropiada para dar comienzo al trabajo de dar continuidad perfecta al corte de un disco. El asunto ya no era evitar la interrupción con una canción mejor que la anterior sino dar a la música una imagen y una extensión infinitas.
Así, canciones sin nombre, compuestas e interpretadas por estrellas anónimas, poblaron las ahora recortadas noches de Cinema. Bogotá había decidido restringir sus propias noches tratando de desocupar un océano de problemas con el hueco de la mano. Sin embargo, esta medida citadina fue uno de los elementos que preparó el terreno bogotano para los incondicionales escoltas hedonistas de la música Techno.
Incluso en el primer mundo las Discos tienen que cerrar a alguna hora y por ese motivo es siempre conveniente tener algún lugar donde continuar la farra. Los Raves habían nacido como parte complementaria del concepto de continuidad que posee la música Techno. Si el objetivo era darle una extensión abismal a la música, tanto en su duración como en su significado, también habría que darle esa extensión y ese abismo a la rumba. Si había que cerrar el bar, habría una fiesta esperando a los exiliados, si esto aun era poco, se harían Raves de tres días en lugares exóticos donde nadie pudiera ser alcanzado por las detenciones sociales. Esta noción se ha materializado especialmente durante los veranos primermundistas desde comienzos de los años 90. Berlín, Ibiza, las playas mediterráneas israelíes, Toronto, Sidney, han sido algunos de los lugares testigos.
En Bogotá, la hora pico de la una de la mañana ayudó a generar más rápido el fenómeno de este tipo de fiestas, dando un pretexto oficial a lo que inevitablemente habría llegado. Inicialmente se montaron fiestas individuales en fincas y casas de las afueras que mezclaban el ya desaparecido rock alternativo con segmentos de algunos géneros electrónicos como el Hip-hop y el Jungle. Se quería ofrecer un sitio con música y alcohol donde se pudiera seguir la rumba pero aun no se tenía en mente la idea de montar superfiestas privadas altamente conceptualizadas.
Para el primer semestre de 1997 el ambiente estaba listo. Había locales adecuados en municipios cercanos a Bogotá que no tenían restricciones horarias. La gente estaba dispuesta a recorrer distancias por la rumba. Las doce y media de la noche eran horas perfectas para llegar a otro sitio. Los negocios no tenían que perderse debido a las decisiones públicas. Los expertos de la vida nocturna estaban llamados a hacer su trabajo. Sólo la música Techno estaba conceptualmente circunscrita a la idea de continuidad que se pretendía para la rumba. No era una sorpresa el género sobre el que se basarían las fiestas. Tampoco fueron una sorpresa los nombres de los DJs llamados a dirigirlas.
Es cierto que durante aquellas fiestas no sólo tocaron Nicolás y Gerardo; hubo algunos otros DJs presentes. Pero lo que sí se puede decir con certeza es que fueron Gerardo y Nicolás quienes las llevaron más lejos. La distancia que los ha separado de los otros DJs no se debe únicamente al virtuosismo con el que realizan las mezclas (virtuosismo que no sólo ellos han alcanzado), ni al conocimiento musical que demuestran al recorrer con cada corte las distancias mentales de cada uno de los invitados. Se debe también a la calidad de la música que han logrado conseguir para hacer retumbar los muros de Cinema, música que con razón cuidan celosamente, y que fue expuesta en toda su magnitud durante las fiestas del segundo semestre de 1997.
La línea cantada viene de la canción de Tori Amos, "Me and a Gun",
de su primer solo album, "Little Earthquakes":
"...do you know Carolina, where the biscuits are soft and sweet?"
De estos mini-raves (pues eran sólo de seis o siete horas) serán inolvidables las tres fiestas de La Trilogía y la fiesta de Halloween de 1997. La Trilogía surgió del corazón de Cinema con la idea de realizar un símil Techno de Tres Colores, las películas del fallecido director de cine polaco Krzysztof Kieslowski. Así, en tres fines de semana de agosto del 97, tres fiestas tuvieron lugar: Azul, Blanco y Rojo. Fueron concebidas buscando crear un espacio físico y musical que extrajera la esencia de cada color y la pusiera al alcance de los pensamientos de los invitados. Luces y sonido impecables, más el diseño, según el color respectivo, de cada local utilizado y la participación de un sin número de asistentes, permitieron crear espacios únicos, carnavalescos y llenos de euforia, como nunca se había visto. Pirámides azules iluminadas por dentro, extraterrestres blancos pegados del techo, niñas plateadas vendiendo cigarrillos y chupetas entre los bailarines (versiones tipo Blade Runner de las nostálgicas camareras de los años 20 y 30), drag queens exóticos bailando entre la gente y cortejando desconocidos.
Una fiesta Techno posee sus niveles mínimos y máximos de euforia, niveles que se alcanzan según el género musical que se toque en cada momento. Así, al comienzo puede que se perciba un ritmo más plano y racional, que puede ser llevado hasta un nivel de mucho más voltaje e intensidad, y luego descender de nuevo. Durante azul, el momento más cercano a la locura quedó marcado por las palabras de Gerardo. Cuando el público estaba listo para dejarse ir, la música se detuvo y las luces se apagaron. En la oscuridad se escucharon la palabras profundas del DJ: “Bienvenidos a la Trilogía. Ésto es La Trilogía”. Y literalmente soltó la fiesta, dejó ir a todo el mundo a donde todo el mundo quería dejarse ir; la música era el transporte y todos estaban dispuestos a dar el paseo. Emulando, sin saberlo, la visión cinemática de Kieslowski, que en sus películas trató de vislumbrar una idea y las contradicciones de la idea, cada una de las fiestas logró alcanzar por pocos instantes (como sucede en el cine) las sensaciones de libertad, igualdad y fraternidad que había buscado el realizador polaco, siendo cada concepto individual - y contradictorio - pero al mismo tiempo compuesto de los otros. La Trilogía fue mucho más lejos de lo que las noches bogotanas posmodernas habían llegado alguna vez de una manera masiva. Desde una perspectiva hedonista se construyeron significados profundos sobre el valor de las noches y la rumba, sobre el poder de la música y la amistad y la compañía entre las personas. Puede que no en todos los invitados que asistieron a las fiestas se haya producido alguna clase de discernimiento más allá del evento mismo, pero es seguro que muchos se dieron cuenta que no estaban presenciando solamente una fiesta más; es seguro que muchos se dieron cuenta que, como en la cotidianidad de la vida, las cosas no podían ser tan ligeras. Recuerdo las palabras de un amigo durante el Halloween del 97 (fiesta que fue una extensión de las anteriores: por su duración, por la mayor cantidad de personas y por los disfraces sublimes) que en medio de la fiesta y del gentío sólo atinó a decirme: “Oiga Carlos, esto no está tan trivial hoy”.
En 1998 el movimiento ha tomado un descanso necesario, en parte por las complicaciones jurídicas que acarrea hacer fiestas de noche en algunas ciudades de Colombia, complicaciones que se han extendido a los municipios vecinos; pero de manera aun más representativa, porque mantener los niveles alcanzados durante el año pasado no podía ser ni recomendable ni posible. Todo lo que existe intensamente, tiene también su momento para descansar y recuperar energía.
El 5 de septiembre de 1998 tuvo lugar una fiesta para unas 500 personas. La única comparable a lo sucedido durante el 97. Tal vez se dispuso del mejor montaje de sonido que se haya realizado para un evento de esta naturaleza. El motivo fue el lanzamiento de CINEMA LIVE, un CD recopilación de 15 cortes que representan la historia más reciente de Cinema. Aunque el disco resume solamente lo sucedido durante la última etapa de Cinema, es en realidad el resultado del extenso proceso atravesado por el bar desde sus inicios, palpable en este caso únicamente desde la perspectiva Techno. En el disco se pueden escuchar algunos éxitos que la gente celebraba cuando los escuchaba entrar en las mezclas, otros son cortes mucho más sutiles (¿o complejos quizás?) que no admiten una recordación tan fácil, pero que son justamente los que se encargan de guiar el paseo. CINEMA LIVE es un ejemplo de buen Techno, recopilado y mezclado por quienes han tocado mucho del buen Techno en Colombia e ilustra de manera significativa la forma en que aumentan, disminuyen y se conectan el ritmo, el voltaje y la música.
Los subgéneros Techno de CINEMA LIVE, como música electrónica, se encuentran en el punto medio entre el techno pop e industrial y la música electroacústica, siendo esta última la corriente más erudita y la que más se acerca a entregar formas puras sin significado. El significado y la relación de las creaciones musicales con ideas ya construidas en la mente han sido siempre preocupaciones de quienes escuchan - la preocupación por entender. De otro lado, las letras de las canciones siempre terminan por definir lo que se oye cuando queda alguna duda sobre lo que debemos pensar. En el caso del Techno los significados ya no son claros ni se pueden hallar preconcebidos en la mente del oyente. Para “entender” o para “sentir gusto” es necesaria una búsqueda individual y un proceso de pensamiento que debe ir más allá de la admiración de la virtud instantánea que se detecta en la composición de la música. Se podría decir que el Techno no está hecho para entregar significados sino para extraerlos. Para generar emisiones y no recepciones de ideas. Como en la música clásica, un proceso de discernimiento es necesario tanto en quien compone la música como en quien la escucha. El mensaje ha muerto.
Muchos minutos de música harían falta para contar completamente los últimos tres años de Cinema. Muchos más para decir lo que pasó durante los últimos seis o siete. Cuántos sonidos sin nombre y sin autor aparecieron una sola vez sin dejar pistas para conseguirlos, ni siquiera un rastro para volverlos a escuchar. ¿De dónde llega esta música anónima que aun trata de mantenerse por fuera de lo masivo y lo publicitario? Al recordar que el tiempo sigue pasando sólo me pregunto qué seguirá después.
El último corte del disco, The Passion # 1, fue el encargado de continuar las palabras de Gerardo aquella noche azul de agosto de 1997. Como ningún otro corte Techno éste siempre estará condenado a poseer un significado claro: “Bienvenidos a La Trilogía. Esto es La Trilogía”.
Bogotá, Noviembre 5 de 1998.
CARLOS PERALTA